Hoy vengo a confesar que : No me gustan los niños vestidos de comunión. Que me perdonen las madres de este país, pero es así. No lo puedo remediar.
Ellos de comandantes, tan serios, con sus chaquetas con hombreras y sus insignias o con esos trajes de marineros en raso que no hay por donde pillarlos. Que si al menos fueran de Capitán como el de Zissou , con su gorrito rojo o de piratas, todo sería más divertido.
Y ellas. ¡Ay ellas! Ellas vestidas básicamente de cupcakes gigantes que no pueden ni moverse por miedo a manchar los bajos del vestido antes del Día C.
¿Y por qué? Porque dejan de ser niños. Y lo mejor de ser niño es eso precisamente, serlo.
Lo bueno, como en todo, es que siempre hay excepciones. La pequeña Iciar fue una de ellas.
Existen diseñadores que están haciendo unos trajes preciosos de comunión, diferentes, con los que los niños no pierden su esencia. Es el caso de Labubé que vistió a estas dos hermanas y a mí no podían gustarme más.
Ellas son Iciar y Rebeca, las sobrinas de mi querida Keyla de Tendencias de Bodas, que junto a Sergio, su marido, les regalaron una sesión fotográfica por su comunión. Así fue como un día de verano nos dirigimos al Parque de la Quinta de la Fuente del Berro, un lugar con un encanto especial al este de Madrid.
Allí estábamos, en el asiento trasero de un coche, una rubia, una morena y una pelirroja, dispuestas a conocernos durante aquel trayecto de no más de quince minutos.
No había tiempo que perder, y Rebeca, la más pequeña, lo sabía muy bien. Así que decidió someterme a un tercer grado, porque claro, tenía que recabar información sobre esa tía que iba a hacerle fotos. Normal.
Así llega ella, que no te quita ojo y con todo su desparpajo te pregunta sobre tu maquillaje, tu familia, que si tienes novio, que por qué eres pelirroja. A partir de aquí, empezamos a entendernos. Te acaricia el pelo, te mira con cara de pilla y se parte de risa. Y cómo no vas a enamorarte perdidamente de esos enormes ojos marrones.
Iciar mientras, más prudente, nos miraba de reojo sin poder reprimir alguna que otra carcajada.
Una cosa es clara, el amor fue mutuo, porque aquella tarde nos reímos de lo lindo.