Hace tres años que mis Junios decidieron ser raros. No hay Junio desde entonces en que la vida no decida darme un pellizco de los que pican y éste no iba a quedarse atrás.
Así fue como empezó el mes, pero no estaba dispuesta a que nada ni nadie me estropease el final de la primavera. De eso nada.
– Y mira señorito Junio, tranquilo, eh! a ver si te crees que me vas a amedrentar, ya te conozco! Este año no dejo que te rías de mí y te pienso llenar de planes geniales. –
Con tan sólo cuatro días tachados en el calendario, decidimos huír a Chinchón para comer migas, comprar ajos y rosquillas de anís. Para acalorarnos, respirar profundamente y reírnos de la vida.
Dos días después, comimos Pollo Tandori en un Lavapies que desprendía olor a cúrcuma y nos mezclamos entre el hipsterismo más granado de Madrid en el Lost & Found Market. Los ya más que famosos Food Trucks ofreciendo tapas gourmet, indie y éxitos de los 70 sonando apartes iguales y una marea de Ray Bans entre ropa con olor a naftalina animaban el fin de semana en Conde Duque.
Pocas cosas me fascinan más que analizar los looks creados a partir de combinaciones imposibles de ropa vieja con el fin de ser el más moderno del lugar.
Fue así como, de repente, llegó la lluvia y con ella gotas de aquí y de allá que fueron desinfectando heridas. Limpió las calles, hizo que sacásemos las chaquetas y que los gatos volvieran a esconderse en los armarios.
Trajo consigo barbas que aparecieron por casualidad y se convirtieron en un bálsamo sin saberlo. Barbas ñeñeñe y barbas largas de acento venezolano a las que les faltaba un puntito de sal. Barbas efímeras al fin y al cabo, pero gracias por las barbas, seguid dejándolas crecer.
En Junio volví a vivir bodas bonitas, sobre todo, bodas de otra galaxia. De esas diferentes, de esas en las que la fuerza te acompaña, con novias Leia a las que coges un cariño especial.
Al volver a Madrid descubrí que me falta exactamente un requisito y medio para ser una persona normal, y por más que me gustase tachar toda la lista, por nada del mundo querría convertirme en alguien normal que hace cosas normales de gente normal. Leticia Dolera se estrena de una forma tan bonita como directora, que no podéis perderos la película.
En Junio siguieron los nuevos proyectos en lugares en los que te no sabes si robar todo o instalarte a modo de okupa cuqui y siguió la lluvia persiguiéndome por donde quisiera que fuese. Varias veces acabó sonando en mi cabeza Travis con su » Why does it always rain on me?«.
Cuando te instalas en una ciudad que no es la tuya, pocas cosas te hacen tan feliz como recibir la visita de amigos.
La pequeña Fafa (@fafafascinada) vino a Madrid y nos sentimos vips cuando nos invitaron a formar parte de uno de los desayunos de Madrid8AM .
Aquel fue un día de legañas y tostadas, rayas y geoposiciones, bocadillos de albóndigas a lo Joey Tribbiani, un cielo azul a rabiar sobre Madrid, risas y likes, helados de modernos y ponte ahí de espaldas.
Y es que, desde que llegó a mi vida, Instagram me ha dado muchas alegrías, la mayoría de ellas traducidas en personas bonitas que se han ido cruzando en mi camino desde hace ya tres años.
A finales de mes decidí teñir mi vida de verde y de olor a lavanda.
Quizá volverte loca en un vivero cuando tienes un pasado como asesina involuntaria de plantas no sea la mejor idea del mundo. Pero no sé si es que con los años la relación persona-planta progresa adecuadamente o que pedí para Reyes el superpoder de dejar de matarlas de forma inconsciente y quién sabe, es posible que esté funcionando.
Por ahora sobreviven a duras penas a la ola de calor y cuidar de ellas me aporta calma. Esa. Esa será la palabra clave y modus operandi para Julio: calma.